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Yauyos: Viñac, un mundo por descubrir

Cuando el sol empieza a languidecer, es mejor acelerar más allá de Asia y Puerto Fiel. Llegar a Cañete y subir a Lunahuaná, con su río listo para el canotaje y sus platos llenos de camarones. Pero si uno quiere sentir que está en el Cusco sin salir de Lima, hay que seguir el camino cuesta arriba.

A 285 kilómetros de Lima, en la provincia de Yauyos, descubrimos Viñak, un pueblito que bien parece extraído del Valle Sagrado de los Incas. Allí, en medio de un verdor que sobrecoge, en lo más alto del cañón, aparece El Refugio Viñak-Reichraming, un hospedaje de lujo, que ha sido incluido en el Top Five de la cadena Travel & Living. En un principio fue solo la casa de campo de Enrique Umbert, un empresario amante de los deportes de aventura y viajero incansable que simplemente se enamoró del lugar.
Hay que decir la verdad. 285 kilómetros no parecen mucha distancia. Sin embargo, el viaje no es sencillo. Lima, Cañete, Lunahuaná, Zúniga, San Juanito, luego pasamos por la Central Hidroeléctrica de Platanal, donde hay una inmensa roca que tiene la forma de cráneo, y llegamos a San Jerónimo. Hasta ahí, todo bien. Pista asfaltada, nueva, en perfectas condiciones.
En San Jerónimo hay que dar la vuelta en U y empezar a subir por un camino de trocha. Solo 40 km nos separan en ese momento de Viñak pero el trayecto demora por lo menos una hora y media. En este punto, viajar en camioneta resulta imprescindible.

Pero el esfuerzo de soportar tanto saltito sí que vale la pena. La vista de Viñak cura el cansancio y cualquier mal humor. Sus callecitas sin asfaltar, la simpatía de su gente que invita quesos y ofrece coloridos puyos (ponchos), el cielo azul, los cerros verdes que nos rodean, el río que corre libre más abajo, la falta de oxígeno a 3,200 metros… Nada nos recuerda que estamos en la capital, nada. Pero sí, no hemos salido de Lima.
“Estas vacas son Pathfinder”, bromea Alejandro Gordillo, coordinador de El Refugio. Y tiene razón. Acompañadas de ovejas y chivos, pastorean desafiando la ley de gravedad en los cerros. “Todo comenzó con la casa de campo. Después, hace ochos años, Umbert decidió hacer este hospedaje porque quería involucrar en un nuevo concepto turístico a la gente de Viñak, que lo había acogido de la mejor manera. Diez lugareños trabajan de manera estable y hay otros ocho que son volantes”, explica Gordillo, quien después se animará a montar uno de los caballos que tiene el hospedaje y a desafiar, con nosotros, las espectaculares rutas que el lugar ofrece para el downhill y el ciclismo de montaña.
El comedor tiene ventanales que permiten contemplar la inmensidad del valle y un enorme fogón que calienta al más frío. Once confortables habitaciones sirven para el descanso que puede estar refrescado por un jacuzzi al aire libre temperado, donde se puede disfrutar de un buen chapuzón con un pisco sour de chirimoya o aguaymanto en la mano. La chef, Urbana Huari, reivindica con mucha imaginación y sabor la comida novoandina. “Aprendí de dos cocineros que estuvieron aquí, eran limeños y ahora yo le he dado mi toque personal a la carta”, sostiene Urbana, que nos deleitó, para empezar, con unos medallones de lomo acompañados de salsa de aguaymanto, con choclitos bebés y un arroz verde especiado con verduras del lugar.
“No podíamos romper la armonía de Viñak. Por eso solo se usó piedra del lugar y madera para construirlo. La idea era integrar a los 400 habitantes en esta iniciativa y se ha logrado el objetivo”, comenta Gordillo, que no es el protagonista de ‘La Familia Ingalls’, la legendaria serie de televisión de los ochenta, pero cuando abre la puerta y mira el paisaje, seguro se siente por un ratito tan feliz como cuando Michael Landon en las llanuras de Walnut Grove, en Minnesota, corría para engreír a sus hijas Laura y Carrie.

Hoja de ruta
El Refugio queda a 120 kilómetros de Cañete y ofrece transporte si uno no quiere vivir la particular y emotiva experiencia de llegar manejando. El lugar está abierto de marzo a diciembre y se cierra en enero y febrero, meses de intensa lluvia. Desde Lima son unas cinco horas de viaje.
Caminando, montado a caballo o pedaleando sobre dos ruedas, se pueden hacer, desde Viñak, varios destinos. Conocer el ‘Castillo de Vizcaya’, un pueblito aún más pequeño y también muy pintoresco.
Si uno se atreve a subir un poco más, se topará con Pampa Rosario, otro lugar mágico, lleno de la energía de los apus. O se puede ir de pesca a las lagunas de Iscaycocha, Tipicocha o Huichanga, 1,000 metros más arriba. Uno se sentirá libre, vecino del cielo y en una de esas hasta se anime a susurrarle algo a Dios.
(Diario La Repùblica-Suplemento Domingo)


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